A la hora de materializar cada una de las piezas elaboradas se ha respetado el uso de las diferentes técnicas de tejedurías ancestrales que existen en Colombia y se han usado las mejoras fibras y texturas. A parte de esto, algo muy importante que he querido resaltar, son los colores vibrantes que te atraparan y para conseguir esas tonalidades especialmente llamativas. He tomado como fuente de inspiración mí Córdoba querida con sus tonalidades verdes del pasto después de las intensas lluvias, el rosado y amarillo intenso de los guayacanes florecidos a principio de cada año, las tonalidades ocres de las flores de los arbustos de lluvia de oro de mi amada perla del Sinú (ciudad de Montería), el contraste de blancos crudos de los cultivos de algodón en los meses de febrero y marzo de mí bella Cereté (conocida como la capital del oro blanco), el morado intenso del caimito, los rojos fuertes de las peras, los verdes fuertes, marrones y naranjas de las iguanas tomando el sol en las riveras del caño Bugre, los grises perlados del mochuelo pico de maíz, las mezclas de tonos azulados de los pájaros azulejos, los naranjas y negros de los toches, los marrones claros y oscuros de los bochorocos (ave intrépida y extravagante), los tonos violáceos y verdes tornasol de los colibríes (ave a la que me siento estrechamente ligada y por la que tengo una total admiración), los naranjas intensos y violetas de los bellos atardeceres que se aprecian al contemplar el rio Sinú.